Por Mapal.
El fenómeno Chelsea apunta a que dejará de ser fenómeno. Y aunque en un comienzo me pareció fenomenal: crear una constelación de figuras de un año para otro gracias a la Master-card, renunciará a su atractivo si se usa de precedente para numerosas instituciones, y si su rúbrica es el dinero a cambio de talento y nada más.
Porque si bien con el panorama actual se puede definir a los clubes como instituciones deportivas con fines de lucro, la línea es tan delgada que fácilmente pueden pasar a llamarse “instituciones lucrativas con fines deportivos”. Lo que es peor aún.
Algo así ocurre al otro lado de la rivera de Mánchester, en las arcas del City. Los siempre reprimidos, resignados, sólo acostumbrados a celebrar ascensos y no descensos, pero que, hace poco, han reproducido la llave mágica del éxito exitista de la inmediatez.
A comienzos de 2007, el magnate tailandés Thaksin Shinawatra se hizo con los derechos del Mánchester City. El ex primer ministro de Tailandia y su monarquía constitucional, fue derrocado por medio de un golpe militar, que derivó a partir de los múltiples negocios que el multimillonario mantenía con entidades estatales de otros países, como la Junta Militar de Birmania, o con la inversora Tomasek Holding de Singapur, cuyas transacciones eran libres de impuestos. Shinawatra también fue condenado, junto a su esposa, a dos años de prisión, acusado de corrupción y abuso de poder al comprar bienes estatales a precios preferenciales. Todo esto cuando ya era primer ministro y jefe de gobierno. Su mujer finalmente fue absuelta y él se recluyó en el Reino Unido, tras la orden de búsqueda y captura que dictaminó el Tribunal Supremo de su país.
No tenía ganas de traerlos a colación, pero esos son los antecedentes del “Tío-rico” que hizo posible dar el puntapié de inicio para el resurgimiento de la institución de los hermanitos Gallagher.
Sin embargo, a partir del 1 de septiembre de 2008, el City pasó del bath tailandés a los petrodólares de Dubái, con la compañía “Abu Dhabi United Group for Development and Investment”. Grupo de inversiones que ha financiado los grandes fichajes y nos han hecho voltear nuestras cabezas hacia el otro lado de Mánchester, ese que trajo primero a Robinho (cuando ya estaba con un pie en Chelsea) y luego a un par de sus amigos: Elano y Jo, para terminar de convencer al astro brasileño.
Eso sí que la lista de compras de supermercado no se alzaría sino a partir de la temporada 2009. Donde los Emiratos dieron una muestra de su portentosa billetera:
$ El portero Shay Given, de bajo perfil, poco conocido tal vez, pero de gran nivel y precio en la Premier;
$ Los laterales Wayne Bridge, sin espacio en el Chelsea de Ancelotti, y Nigel De Jong, holandés proveniente del Hamburgo alemán;
$ El defensa central Joleon Lescott, de sólida campaña en el Everton de David Moyes;
$ El centrodelantero Roque Santa Cruz y su basto currículo europeo;
$ El mediapunta Craig Bellamy, contratación que necesitó de tres ofertas, al igual que en el caso de Given, Lescott y Santa Cruz;
$ Y faltaban las adquisiciones más sonoras, en un sentido mediático-comercial, donde se llevó a cabo el gran asalto a Arsenal, tras llevarse a su goleador, un remuneradamente disconforme Emmanuel Adebayor y su mejor defensa, el cotizado marfileño Kolo Touré.
No conformes, quedaba un capítulo en la gran estafa maestra versión 09-10 del mercado inglés: Carlos Tevez. A quien los árabes convencen, a punta del salario más alto de la liga, de abandonar el Manyú, donde esta vez Sir Alex no tendría excusa para no cederle protagonismo tras la salida de Ronaldo. Pero no. Carlitos, El Apache, le dijo que no a la dirigencia del United y se hizo ciudadano. El City lo presenta con bombos, platinos y diamantes. Sabe que le saca un potencial ídolo a su rival de toda la vida, y un buen jugador, encarador y arrastramarcas como pocos.
Pasaron los meses y llegó la fecha citada, el día de equiparar fuerzas. La escuela de la tradición de cantera: Gary Neville, Paul Scholes y Ryan Giggs; herederos de Bryan Robson, Mark Hughes y George Best, contra la escuela privada del dinero rápido, del cajero automático.
Rojos y celeste-cielo dieron un espectáculo esperado, propio de la liga inglesa, con imperfecciones y virtudes. Riesgos y libertades. El fútbol televisivamente atractivo. Ese que también le gusta incluso al balón porque lo lleva bien seguido a la red, y, generalmente, luego de cautivadoras concepciones, de preferencia colectivas y vertiginosas. A lo Brasil 1970, con menos parsimonia pero menos lujos también; con matices más notorios de esa “técnica en velocidad” que llaman ahora, como si Pelé, Best y Cruyff hubiesen caminado por la cancha. Se dice cada disparate mi estimado.
Eventualmente, en este primer duelo ganó la academia de la inversión a mediano y largo plazo. Mánchester United venció cuatro a tres, con un gol de último minuto de Michael Owen, quien convertía su segundo tanto desde que llegó la institución, el número 200 de su carrera, y uno de los más celebrados que se le haya visto.
También fue el clásico de los no llamados a lucir en un clásico: el escocés Fletcher conectó dos cabezazos, y el galés Bellamy, del otro lado, con un par de dagas a favor el City; el segundo, una verdadera patriada que les daba el empate heroico en minuto 90. Pero luego apareció ese cachetazo de revés de Owen, recurso típico de goleador nato. Lo que resultó una dura bofetada al talonario sin-fin del petrolero de los Emiratos Árabes Unidos.
Debo reconocer que nunca he sido partidario del Manyú, pero me agradó que diera el primer golpe. Será interesante cada vez que jueguen Chelsea y City. Duelo de billeteras, puja de “quien da más”, el encuentro del libre mercado, de los compra talento, que no se dan el trabajo, siquiera, de cazar ese talento.
Será de “vital” importancia conocer al vencedor, sobre todo para los que apuestan en la bolsa, seguramente los propios dueños: el ruso y el árabe, quienes hacen de sus caprichos realidades a costa de sus opulentos alcances materiales.
¿Le gusta el fútbol metalizado?
Conque le da lo mismo… La pelotita rueda igual. Es cierto, qué se le va a hacer.
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