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Archive for 9 de agosto de 2010

Tanto peca el que mata la vaca (al puma) como el que le agarra la pata….

A los aficionados de pumas (minúsculas), entre los que me encuentro, nos asaltaron en el triunfo contra los cementeros.  Nada más faltó que nos apuntaran con pistola o puñal para despojarnos del patrimonio. Y eso hubiera sido menos pernicioso que el procedimiento mafioso que se nos aplicó. Con toda impunidad.

Como las taquillas están cerradas “pues se había agotado el boletaje” según empleado con gafete hubo de recurrirse a la sacrosanta y protegida reventa y como tampoco  alcanzaba para cubrir el sobreprecio de boletos por poco tenemos que entregar gorra, celular, playera oficial, lentes, tenis y algún otro artículo personal que podría incluir calzoncillo agujerados para cubrirlo con suficiencia.

Una vez ingresado al embudo universitario la entrada era de poco más o menos medio estadio incluidos los espacios que se dejan para evitar riñas  y vandalismo con la porra azul de los visitantes. Y entonces la pregunta era de donde quedaron los tiquetes que se nos negaron.

Cientos de polecías hasta montados en jamelgos que expulsan excrecencias se posicionaron del estadio de Ciudad Universitaria y sus alrededores. Miraban escrutadoramente cualquier acción muy probable del crimen organizado que pareciera sospechosa. Por supuesto que la reventa no forma parte de ella porque se protege y tolera descaradamente.

Cada diez metros había uno desde metiéndose los dedos en las narices hasta llamando por celular muy quitado de la pena o consumiendo garnachas para aniquilar el hambre endémica que portan.

Unos metros antes de entrar al perímetro del embudo futbolero brotaron los revendedores. Ofrecían tiketes para la parte superior media del graderío, mentada como Palomar, en quinientos pesos. Los mismos que en preventa y teniendo acceso a descuento pasan de algo así como 130 pesitos a poco mas de 70. ¡Y agárrelos ya porque están agotados! gritaban desaforados.  

Un negocio en todo lo alto de espléndidas  ganancias y mínimo riesgo.  Siempre tienen una dotación generosa de boletos que les debe ser proporcionada desde la institución universitaria. Durante meses se han presentado denuncias similares por este atraco en los medios y no pasa nada, nadita de nada.  ¿Quién los protege y tolera? ¿A qué bolsillos va a parar esa plusvalía extraída gansterilmente a los asalariados?

Es un grupo de facinerosos porros  de la reventa tolerado por las autoridades de la máxima (mínima) casa de estudios y las autoridades del gobierno del Defecante (DF) que semana a semana se ubica en lugares estratégicos para despojar de su salario a los aficionados pumas y otros que caen impunemente en sus garras.  Ellos sí son felinos depredadores.  

Ese negociazo en cotejos  de mayor nivel o en disputas de campeonato  representa una utilidad quizá mayor que la se obtiene por “venta legal” de boletos, abonos y otras fórmulas de ingresar al estadio. Que por cierto son enormemente turbias como el de la reventa.

 En una institución que debe rendir cuentas permanentes a la sociedad se desconoce cuántos boletos se “regalan a las porras”, se dilapidan entre patrocinadores y recomendados, que cantidad se entregan a los empleados, cuántos son cortesías que dispensa la directiva puma y qué número se destinan a la venta callejera donde se les aplica tremebundo sobreprecio.

Los comunes y corrientes que sostienen el espectáculo ínfimo que a veces en reciprocidad prodigan la directiva,  jugadores y entrenador felino tienen que andar mendigando y hurgando por aquí y allá la posibilidad de ingresar a precios razonables, justos.  

Los Pumas venían de una temporada infame y mediocre y los precios de las entradas se inflan sin la menor correspondencia y consideración a las miserables condiciones económicas en el país. Pareciera que lo de menos es lo que sucede en el terreno de juego sino los negocios colaterales que incluyen transacciones y venta de jugadores, derechos por transmisiones de televisión y patrocinios que dejan millonadas.

No como los oficiantes de pantalón corto del rito futbolero que apenas trotan y disputan la esférica en defensa de sus colores azul y oro. Metal este que se agandallan asaltándolos cada que se abre el embudo de Insurgentes.

Los estudiantes, maestros, familiares de los universitarios y ciudadanos en general pensarán que las lecciones que les asestan fuera del embudo de CU  sobre asalto a tiket (spanglish)  inflado, colusión de autoridades, tráfico de influencias, complicidades variadas etc… etc… son las mismas que les imparten desde las aulas.

Todo ello frente a la actitud cómplice de los guardianes de la ley que se guarecían entre matorrales del sol inclemente que nos azolaría más tarde.  Y de la directiva encabezada por un tal Víctor Mahbub que produce una verborrea incesante pero que mantiene una gestión turbia que debe ser requerida para su evaluación por las autoridades correspondientes. O por aficionados hartos de manejos inescrupulosos.

El rector de la UNAM, José Narro, máximo patrón de la oncena desmelenada, un día y otro también prodiga  regaños al gobierno y al sistema económico por la cantidad de miseria que asesta y por las condiciones indignas que mal vive la población.  

Una forma de despojo brutal que debería impedir por todos los medios es la que se realiza en el salario de los aficionados con la reventa descarada y  las acciones  sospechosistas de una directiva que trasiega capitales sin ningún control por lo menos público a pesar de constituirse en una sociedad civil o patronato. ¡CUENTAS CLARAS  YA! exigimos los aficionados.

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Los perros calientes no saben igual.

Ir a un parque de pelota no es como cualquier experiencia futbolera. Se respira un aire distinto. 

Tal vez sea por que se juegan más de 150 juegos en una sola temporada, o el hecho de que este dure más que un juego de futbol.

No lo se con certeza, porque no he estado en uno en muchas ocasiones.

Para mí siempre ha sido una experiencia muy agradable.

Intenté alguna vez jugar béisbol. La verdad es que nunca fui muy bueno. No me va nada mal a la defensiva, pero a la ofensiva es donde jamás pude.

Ver un lanzador en vivo es una experiencia totalmente distinta a en la televisión. Yo siempre procuro (Cuando tengo la oportunidad) comprar las entradas en algún costado del lanzador, para poder observar su mecánica completa.

 

Cada lanzador tiene una distinta, una manera diferente de concentrarse, cierta manera de entrar al campo, de recibir la pelota, de vivir cada pichada. Ver la bola pasar a cerca de 100 millas por hora y escuchar el sonido de la mascota del catcher rompiendo la trayectoria. Una y otra vez. Cuando el público está callado, en general cuando el partido está cerrado, es un sonido muy terapéutico; muy similar a la satisfacción que uno siente al escuchar una pelota de basketball ingresar y comerse la red completa, sin tocar un solo pedazo del aro.

He sido seguidor de los Padres, de ya algunos años atrás. Su filosofía siempre me ha gustado. Apuntan a precios baratos, con una de las experiencias más familiares de la MLB, y dándole oportunidad a todos sus prospectos y esperando una campaña en que estos les puedan responder. Y además de todo porque es uno de los equipos con más peloteros mexicanos año tras año. Tal es el caso de este año donde están de líderes de división desde principio de temporada y no parecen desinflarse, además de haber adquirido a un par de bates importantes en el límite de cambios como al veteranísimo Miguel Tejada y al jardinero derecho Ryan Ludwick; que sumados a los bates de los mexicanos Adrián González y los hermanos Hairston; y un pitcheo imparable con Matt Latos y Heath Bell, tienen a uno de los equipos más completos de muchos años.

Tuve la oportunidad de irlos a ver una vez más, algunos días atrás; y solo puedo decir que es una experiencia que uno debería de vivir al menos una vez en su vida.

Nunca hay perros calientes como los de los parques de béisbol, y en general toda la comida es impresionante (Un poco de colesterol siempre me ha hecho feliz).

Las pelotas flotando por los aires buscando la barda, la gente alentando al lanzador, exigiendo a los umpires. Una experiencia completa.

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