Tanto peca el que mata la vaca (al puma) como el que le agarra la pata….
A los aficionados de pumas (minúsculas), entre los que me encuentro, nos asaltaron en el triunfo contra los cementeros. Nada más faltó que nos apuntaran con pistola o puñal para despojarnos del patrimonio. Y eso hubiera sido menos pernicioso que el procedimiento mafioso que se nos aplicó. Con toda impunidad.
Como las taquillas están cerradas “pues se había agotado el boletaje” según empleado con gafete hubo de recurrirse a la sacrosanta y protegida reventa y como tampoco alcanzaba para cubrir el sobreprecio de boletos por poco tenemos que entregar gorra, celular, playera oficial, lentes, tenis y algún otro artículo personal que podría incluir calzoncillo agujerados para cubrirlo con suficiencia.
Una vez ingresado al embudo universitario la entrada era de poco más o menos medio estadio incluidos los espacios que se dejan para evitar riñas y vandalismo con la porra azul de los visitantes. Y entonces la pregunta era de donde quedaron los tiquetes que se nos negaron.
Cientos de polecías hasta montados en jamelgos que expulsan excrecencias se posicionaron del estadio de Ciudad Universitaria y sus alrededores. Miraban escrutadoramente cualquier acción muy probable del crimen organizado que pareciera sospechosa. Por supuesto que la reventa no forma parte de ella porque se protege y tolera descaradamente.
Cada diez metros había uno desde metiéndose los dedos en las narices hasta llamando por celular muy quitado de la pena o consumiendo garnachas para aniquilar el hambre endémica que portan.
Unos metros antes de entrar al perímetro del embudo futbolero brotaron los revendedores. Ofrecían tiketes para la parte superior media del graderío, mentada como Palomar, en quinientos pesos. Los mismos que en preventa y teniendo acceso a descuento pasan de algo así como 130 pesitos a poco mas de 70. ¡Y agárrelos ya porque están agotados! gritaban desaforados.
Un negocio en todo lo alto de espléndidas ganancias y mínimo riesgo. Siempre tienen una dotación generosa de boletos que les debe ser proporcionada desde la institución universitaria. Durante meses se han presentado denuncias similares por este atraco en los medios y no pasa nada, nadita de nada. ¿Quién los protege y tolera? ¿A qué bolsillos va a parar esa plusvalía extraída gansterilmente a los asalariados?
Es un grupo de facinerosos porros de la reventa tolerado por las autoridades de la máxima (mínima) casa de estudios y las autoridades del gobierno del Defecante (DF) que semana a semana se ubica en lugares estratégicos para despojar de su salario a los aficionados pumas y otros que caen impunemente en sus garras. Ellos sí son felinos depredadores.
Ese negociazo en cotejos de mayor nivel o en disputas de campeonato representa una utilidad quizá mayor que la se obtiene por “venta legal” de boletos, abonos y otras fórmulas de ingresar al estadio. Que por cierto son enormemente turbias como el de la reventa.
En una institución que debe rendir cuentas permanentes a la sociedad se desconoce cuántos boletos se “regalan a las porras”, se dilapidan entre patrocinadores y recomendados, que cantidad se entregan a los empleados, cuántos son cortesías que dispensa la directiva puma y qué número se destinan a la venta callejera donde se les aplica tremebundo sobreprecio.
Los comunes y corrientes que sostienen el espectáculo ínfimo que a veces en reciprocidad prodigan la directiva, jugadores y entrenador felino tienen que andar mendigando y hurgando por aquí y allá la posibilidad de ingresar a precios razonables, justos.
Los Pumas venían de una temporada infame y mediocre y los precios de las entradas se inflan sin la menor correspondencia y consideración a las miserables condiciones económicas en el país. Pareciera que lo de menos es lo que sucede en el terreno de juego sino los negocios colaterales que incluyen transacciones y venta de jugadores, derechos por transmisiones de televisión y patrocinios que dejan millonadas.
No como los oficiantes de pantalón corto del rito futbolero que apenas trotan y disputan la esférica en defensa de sus colores azul y oro. Metal este que se agandallan asaltándolos cada que se abre el embudo de Insurgentes.
Los estudiantes, maestros, familiares de los universitarios y ciudadanos en general pensarán que las lecciones que les asestan fuera del embudo de CU sobre asalto a tiket (spanglish) inflado, colusión de autoridades, tráfico de influencias, complicidades variadas etc… etc… son las mismas que les imparten desde las aulas.
Todo ello frente a la actitud cómplice de los guardianes de la ley que se guarecían entre matorrales del sol inclemente que nos azolaría más tarde. Y de la directiva encabezada por un tal Víctor Mahbub que produce una verborrea incesante pero que mantiene una gestión turbia que debe ser requerida para su evaluación por las autoridades correspondientes. O por aficionados hartos de manejos inescrupulosos.
El rector de la UNAM, José Narro, máximo patrón de la oncena desmelenada, un día y otro también prodiga regaños al gobierno y al sistema económico por la cantidad de miseria que asesta y por las condiciones indignas que mal vive la población.
Una forma de despojo brutal que debería impedir por todos los medios es la que se realiza en el salario de los aficionados con la reventa descarada y las acciones sospechosistas de una directiva que trasiega capitales sin ningún control por lo menos público a pesar de constituirse en una sociedad civil o patronato. ¡CUENTAS CLARAS YA! exigimos los aficionados.