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Archive for 24 de agosto de 2010

Es difícil pertenecer a la ferviente e idólatra afición del fútbol mexicano, porque (hay que aceptarlo) somos unos facilotes. El tan conocido “aquí nos tocó vivir” vuela todas las jornadas por mi cabeza y resulta en un sentimiento encontrado que nunca he sabido controlar.

¿Razón o pasión? ¿Exigir o apoyar? ¿Qué define realmente a un gran seguidor de un equipo?

Antes que nada y para que entiendan un poco de dónde viene mi inquietud, he de decir que soy orgullosamente Puma (adicta para ser precisos), y no es que me quiera hacer la mártir o que el simple hecho de defender estos colores tenga que significar una diferencia, pero es uno de los tantos ejemplos en nuestro fútbol, donde nos han vendido un panorama mejor del que tenemos que vivir día con día como seguidores.

Todavía habemos algunos ilusos aficionados universitarios que acudimos al estadio cada quince días, si hay Concachampions y básicamente a cualquier encuentro donde figuren los auriazules, pero entre porra y porra suelo preguntarme siempre si realmente vale todo el tiempo, pasión y esfuerzo que le dedicamos a éste o cualquier otro equipo… Curiosamente siempre llego a la misma conclusión y aquí me tienen una vez dedicándole más y más minutos.

El punto es comenzar a comportarnos como buenos amantes del fútbol, pero al mismo tiempo ser exigentes. En la mayoría de los equipos podemos observar un fútbol mediocre, sobrevaluado y carente de un juego trabajado y yo creo que tendríamos que aspirar a más.

Para mí el fútbol es como una representación de lo que somos como sociedad: están los dueños (empresarios acaparadores de riqueza), los técnicos (chivos expiatorios en muchos casos), los que juegan (cobran como si fueran cracks por checar tarjeta), los amigos de éstos (acaban sacando ventaja de algún modo) y los seguidores que cuando les conviene apoyan, cuando lo creen apropiado se madrean y en el peor (o mejor) de los casos se rebelan.

En el específico caso futbolero, este fin de semana tuvimos la increíble oportunidad de ver al “Sr. Crack Don Dante López” y curiosamente me sentí peor al respecto, ya que hemos pasado de alabar a jugadores que tienen una efectividad constante por años, a enloquecer por unos cuantos goles o jugadas.

Dante es el ejemplo más cercano a esta situación en la actualidad universitaria (aunque figure en el goleo individual), pero la realidad es que en general el plantel no está como debiera: tenemos una crisis como visitantes, penúltimos en defensiva por equipos y en general no es lo que llamaríamos un equipo constante. No podemos vivir de anhelar a Barrera, a Juárez o ya en el peor de los casos a Ailton o a Botero.

Las últimas notas de la prensa deportiva mencionan “la reconciliación de López y Cacho con la afición universitaria”… Perdón señores pero aquí no hay tal: no podemos conformarnos con goles en algún partido o con que anoten en una final. Necesitamos constancia y aquella famosa “garra puma” de la que siempre se habla.

Efectivamente, entiendo que existe un proyecto canterano y sigo considerando que Pumas tiene grandes elementos, simplemente me pregunto si un Rojas o un Fuentes (mejores candidatos en mi opinión) serán capaces de llegar a ser los elementos que necesita el Club Universidad Nacional y en general el fútbol mexicano.

Y es que lamentablemente nos encontramos encerrados en un burdel futbolístico donde intereses de otro tipo predominan y las influencias son lo que te hace llegar más lejos… Y donde al parecer el Señor Dante tiene “una palancota”.

Por mi parte seguiré con mi afición, pero también continuaré enviándole emails (ignorados) al Sr. Mahbub con mis inconformidades, todo para no quedarme como los chinitos: nomás milando.

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Un grupo de chavalillos se convirtieron en campeones. A base de toletazos de vuelta entera y consistencia  lo hicieron en un torneo mundialista. Esta noticia que debería ocupar las ocho columnas de los telediarios, prensa y noticieros radiofónicos se posiciona en un espacio minúsculo.

Toda la atención mediática se centró en un incidente mafioso chafa de los que abundan. Para comprobar que un camino segurito para ascender es pasando por encima de la legalidad y del que se te coloque enfrente. Con la complicidad de casi todos. Unos cangrejos trepando sobre otros rezaba Hugooool.

La autoestima nacional depende del camote que le rectaron o les metieron tanto al Chelis como a  Bernat.  Y al balompié en general. Particularmente a los aficionados, como tú y yo,  porque lo que sucedió fue una villanía. Una más de las que recetan seguido.

Ya lo había dicho mi gurú del periodismo. Las buenas no son noticias. Ayer se me presentó la tentación de redactar sobre los beisbolistas mínimos que se agigantaron al máximo. Pero me ganó la calentura poblana. Ni modo hoy me enmiendo la plana.

Tampoco estamos acostumbrados a la épica del triunfo. Pura derrota honrosa. Jugamos como nunca y perdimos como siempre. Dimos nuestro mejor esfuerzo pero caímos con la cara al sol. El título beisbolistico obtenido se logró derrotando a los gringos en toda la línea. Eso sí permite la confidencia, es enormemente grato.  Revancha histórica así sea a batazos y lanzamientos precisos al jom.

Un poco de historia. Cuarta ocasión en que los beisbolistas menores aunque mayores conquistan este torneo. ¿Qué cual? Pues el Cal Ripken Junior.  Es una Serie Mundial para mínimos. Un pelotero aquel de prosapia de allende el Bravo. Estos niños grandes suman ocho años al hilo disputando la final y la última pegada fue hace tres años.

Selección mexicana de los Sub 12 que con todo y la cara tupida de granos se batieron con gallardía. Primero, en una ruta un tanto enredada para los profanos, obtuvieron la corona de la División Internacional al arrollar a palos y lanzamientos prodigiosos a República Dominicana nomás 18 carreras a cero.  

Lueguito hicieron clientes a los Ocala Highlands de Florida que se ostentaban como equipo campeón de uesei.  Les endilgaron un marcador contundente de seven tu uan. Monarca absoluto de las ligas petit. Toda esta hazaña en el terruño extraño de Maryland.  Generación de peloteros imberbes que se puede desperdiciar miserablemente como otras.

Los burócratas del beisbol y uno que otro oportunista de esos que abundan los recibieron en el aeropuerto para brindarles loas tupidas, aunque hubieran recibido muy poco apoyo oficial y privado.  Recién le narre la historia jolibudense del chico maravilla, Luis Herrera Orozco,  que se mudó a pirata hasta Pittsburg. Apunta a la gran carpa (Grandes Ligas) en contrato millonario que usufructuó un vivales dueño de un club nativo de Veracruz.

La madre soltera que le parió tuvo que empeñar hasta la licuadora y dejar de comer para dotarlo de implementos y que se fogueara aquí y allá. Esfuerzos familiares, de amistades, individuales que nunca tienen respaldo de donde debieran. Las autoridades deportivas federales, de nuestro dinero,  invirten a lo pendejo cientos de millones en las festividades patrias centenarias en puros eventos de relumbrón por citar un ejemplo patético. Que no va a dejar nada de sedimento deportivo.

Generaciones enteras de triunfadores y niños con facultades extraordinarias físicas y mentales en entornos sociales de miseria alucinante se malogran  patéticamente.  Siete millones o más de adolescentes Ninis, ni estudian ni trabajan, andan realizando estropicios de todo tipo desperdiciándose sin recato.

Y acaban envilecidos, muriendo, sucumbiendo  ejerciendo como sicarios en el crimen organizado extendido. Tienen como modelos a los artistas fatuos, criminales más abyectos o a los políticos y empresarios mayormente ratas y rapaces.  O vendiendo baratijas piratas en medio del paso vehicular.

No hay espacios para la práctica del deporte en el país. Apenas hace poquísimo, las autoridades  correspondientes se dieron cuenta que el proceso de degradación social y ética de Ciudad Juárez donde se asesina  a las mujeres impunemente debería contar con infraestructura como la deportiva, salud, educación y cultura que propiciara un desenvolvimiento humano de los infantes y jóvenes.

Nuestro fracaso brutal de proyecto humano de país y la degradación tremebunda circundante pasa por el saqueo inmisericorde al que estamos sometidos por todo tipo de hampones de cuello blanco pero percudido.

Las mayores ganancias no se obtienen de las actividades tipificadas como ilícitas tradicionales (crimen organizado) sino del saqueo impúdico del presupuesto público que se privatiza. Y eso incluye los dineros que se deberían invertir en instalaciones y capacitación deportiva, educativa  y para preservar la salud.  

Cientos de miles de chavales tienen que andar mendigando oportunidades para destacar en el comercio del espectáculo deportivo. Hasta pagan por ser incluidos en las competiciones después de que las familias invierten su patrimonio para que puedan triunfar.

La burocracia dorada e irresponsable del deporte viaja con todos los gastos pagados, plagada de lujos mientras que los competidores carecen de lo mínimo.  Tampoco existen condiciones estructurales para garantizar una población sana que favorezca la prevención y desde la práctica del deporte y otras actividades colectivas elimine las lacras que la envilecen.

¡Bienvenidos campeones!

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Ucrania 42′

Por Mapal.

El Mundial de 1942 lo ganó Ucrania.

No, no se tome molestias de refrendar algún dato erróneo que haya leído en el renglón anterior, porque no encontrará más que referencias bélicas de artillería pesada y una estadística mortuoria que le baja el ánimo a cualquiera.

 Los antepasados de Shevchenko y Rebrov, y de Blokhin y Belanov jugaron bajo más presión y a veces en inferioridad numérica desde el primer minuto. Famélicos, nauseabundos y hambrientos, derrocharon clase y pachorra en los pastos de la ocupación Nazi en Wehrmacht.

 De la historia se hizo libro y del libro la película.

¿Le gusta el cine?

En “Escape a la Victoria” se deleitará con las andanzas del Rey Pelé. También se destaca a un histriónico Michael Kane tratando de disimular su torpeza con el balón. Mucho plano medio la verdad; en las tomas lejanas era sustituido por Kevin Beattie, un ex seleccionado inglés que jugó de defensa central. De la misma forma se hizo con Sylvester Stallone, quien las ofició de guardavallas y era reemplazado por Paul Cooper, arquero profesional de la Liga Premier.

 Se filmó en 1981 y su máximo atractivo fue el casting de Edson Arantes do Nascimento. Obviamente no se lo digo por la interpretación, sino por una toma en especial, una que ningún actor podría haber realizado sin romperse un par de costillas o quedar en ridículo, donde se ve a Pelé conectar una chilena para batir al equipo anfitrión, y que provoca el aplauso compungido, pero aplauso al fin, de uno de los militares alemanes asistentes al estadio. Una escena que rememora la actuación de Jessie Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, aunque con consecuencias mucho más trágicas: los jugadores del equipo del brasileño estaban bajo amenaza y de ganar sufrirían los designios del holocausto: morirían.

 A pesar del chantaje, y como era de esperar al tener semejante refuerzo con Pelé en el equipo, éstos se impusieron contundentemente y humillaron a los locales.

 Lo más llamativo es que “Victory” se basó en un hecho real, el que con el tiempo se conocería como “El partido de la muerte”. El improvisado equipo del FC Start fue un grupo de jugadores que formó parte del entonces disuelto Dinamo de Kiev antes de la ocupación nazi. Estuvo representado por una mayoría de jugadores ucranianos de la década del ’40.

El club se rearmó gracias a la tarea del portero Kikolai Trusevich, quien se vio prácticamente obligado a realizar las gestiones luego de trabajar como panadero para un alemán, el que, a su vez, tuvo la brillante idea de reunir nuevamente a los jugadores del desaparecido Dinamo, y así organizar partidos contra combinados locales en medio de la guerra.

 Tras una imparable racha de victorias de los soviéticos, los alemanes decidieron “galletear” a un combinado local de “arios” ex futbolistas, que superaban en estado físico a sus rivales ucranianos. Recuerde que por mucha panadería que hubiese, la comida no abundaba en los días de holocausto para rusos y demás sometidos.

Así se llegó a la cita decisiva, que incluiría un partido de revancha. En el primero, a los ahijados del Führer les encajaron cinco. En el otro partido –el último que jugarían los ucranios– se les recomendó que “bajaran la marcha”. También se les advirtió que debían saludar con el gesto de la mano hacia arriba antes de comenzar el encuentro. Ni lo uno ni lo otro. Los soviets ni saludaron ni se contuvieron. Vencieron 8-0 a un equipo compuesto por las fuerzas armadas de Wehrmacht.

La historia transcurrió en 1942 y las amenazas de muerte eventualmente se cumplieron.

 Pero sabe una cosa, la película lógicamente no se separó de los tintes políticos, lo que a su vez incitó a que se dejara de lado el espíritu y esencia del fútbol. ¿Por qué costará tanto plasmar eso en el celuloide?

Sabe otra: creo que a los guionistas les falta ver y leer fútbol. Hay muy buenas historias por ahí: retratos de vida, personajes, hechos históricos, anecdotarios, grandes polémicas, hazañas, de todo.

 Por ejemplo, me gustaría ser testigo de un relato que evoque y esculpa la personalidad del “Negro jefe”, Obdulio Varela. Que muestre su consagración en el Maracaná, el encuentro mismo entre uruguayos y brasileños y el post-partido. Cada uno de esos episodios dignos de Hollywood, de Cannes o de quien se anime a contar el acontecimiento más espectacular que haya pasado jamás en una cancha de fútbol, tras definir un campeonato mundial.

 ¿Exagero?

Tendríamos que retroceder a 1950 y preguntárselo a los 170 y tantos mil espectadores, ¿no cree?

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