Las chivitas hicieron honor a su apellido. Corrían despavoridas persiguiendo la esférica. Sin toparse con ella en la casi totalidad del partido. Los internacionales mantuvieron control de ella y prácticamente nunca se las prestaron. Los visitantes se adaptaron de mejor manera a la superficie artificial que los anfitriones que se suponía la tenían perfectamente calada.
Fue un dominio absoluto, de los que no queda la menor duda. Superioridad estratégica, táctica, física, técnica y anímica. Hace falta algo más para llevarse a su terruño una victoria inobjetable. Línea por línea fueron superados en toda la línea. Hasta el nervioso e inconsistente portero, que en general fue poco acosado, se comportó con solvencia.
A su contraparte rayada, Michel, lo colocaron, sus defensas, en el paredón de fusilamiento por descuidos y marcas defectuosas inadmisibles. Dos cabezazos de esos que muestran al desnudo las carencias ancestrales en centros al área y a balón parado del fútbol azteca, televiso. Desde hace muchos años. No existe nadie que entrene que ponga remedio.
Cada que aterriza una esférica al área lo mejor, como espectador, es mirar para otro lado porque el resultado es fatal. Tampoco existe manera de descollar en la competición internacional con una falla de esa magnitud. Cualquiera sin ser muy perspicaz se da cuenta de ese agujero. Y lo único que tiene que incentivar en sus pupilos es aprovechar esa avenida.
Real, estratega rojiblanco, careció de recursos para imponer su estilo de juego y contrarrestar el de la contra. O carece de conocimientos para ello, que puede ser así, o la materia prima juvenil y el pié veterano menos dan para actuar en consecuencia de lo mandado. Parecía un entrenamiento.
Un cotejo entre un equipo profesional con toda la barba y grupo de chamacos, chavales con granos y espinillas, que salen a corretear en pos del hermano mayor. Maestros contra alumnos desorientados que jamás encontraron la cuadratura del círculo.
La defensa tapatía hace agua por todos lados, por lo menos así se miró en esta final. Fueron desbordados por todos los flancos y no recibieron más cuero jabulano por los postes y debido a que no atinaron, los del puerto alegre, donde debían. Contención tampoco existió. Nunca pudieron recuperar la canica con suficiencia.
Iniciaban sus ataques cuando se las prestaban, que fue muy de vez en cuando, desde muy atrás exponiendo por falta de precisión y control de la esférica a que se las expropiaran rápidamente. Saltar líneas y balonazos era inútil. Se carece de capacidad para conseguir y tenerla porque se “juega” continuamente en la vanguardia de espaldas al marco contrario.
El Bofo, bofito, es un claun (Spanglish), payaso del juego del Hambre… Porta un guante que supone le otorga caché. Tiene chispazos hasta geniales pero enormemente escasos. La mayor parte del tiempo entrega, en pases erráticos, la canica a sus contrapartes. No se puede depender únicamente de él para obtener ganancias.
Carece de ritmo para impulsar el ataque. Se colocó como puntal de la delantera donde es terriblemente lento. Como enganche la condujo pero careció de tino en la entrega cuando picaban sus socios.
Corrió un poco más que otras veces. Pero ese vaivén dosificado es inútil en competiciones de alta exigencia. Donde te muerden hasta cuando pides agua a la banca. El cabezazo que asestó fue la excepción que confirma esta regla de trotar bofenado (blofeando?)
Arellano es el del rebaño que porta empaque de futbolista pero se quiere comer solo el pastel redondo. No la controla lo suficiente sobre todo en la parte final del regate, del dribling. Anduvo ocupado en labores defensivas y menos en ataque. No la presta, la esférica, quizá porque carece de confianza en sus acompañantes, que supone, la van a cagar.
Omarcito Bravo, es todo menos eso. Parece una especie de motocicleta sin manubrio ni dirección. Tiene pocas oportunidades de disputar o conectar el esférico con la testa. Casi todos los despejes o balonazos, en mano a mano, los pierde.
Va de un lado a otro sin ton ni son. Ubicarlo para concretar requiere de satélite artificial. Carece de oportunidad de gol de la que el chicharito le podría prestar un poco. Anda en todos lados menos donde debe. No se encuentra a gusto en la institución y se le nota en la cancha.
Los hijos de Vergara necesitan un equipero como un tal D’ Alessandro quién dio cátedra de cómo conducir la batuta, proyectar al compañero que picaba o desmarcaba, repartiendo juego a diestra y siniestra, conduciendo cuando debía, desmarcándose, exigiendo sacrificio que aportó y propinado latigazos que fueron determinantes hasta en el marcador.
Parecía lombriz del tiempo que se pasó tirándose sobre el césped artificial. Le rompió no solo el espinazo a las chivas correlonas sino el ritmo de juego porque cada que lo tocaban se contorsionaba y el paisano Baldassi, como corresponde, le correspondía marcándole a favor.
Pensaba redactar aquí que uno de los que se salvó fue Magallón, pero resulta que la carencia de coordinación mínima con la línea de defensores dejo horadaciones y produjo descuidos inadmisibles para profesionales que ganan carretadas de pesos en país de miserables. Nada que hacer por parte de las chivitas en el juego de vuelta.
Únicamente esperar un milagro de la morenita del Tepeyac o del Juan Diego. Sí es usted tapatío creyente apunte en esta línea ………………. , creo que el señor de la Misericordia, nombre o etiqueta de santón o deidad que pueda otorgarnos una posibilidad de triunfo allá. Ponga por favor alguna ofrenda o rezo. De otra manera la Copa Libertadores será para Lula y sus feligreses.
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AlePadin
Carlos
Los Novatos.
Fuera de lugar
El petardo.
El Juego del hambre. 