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Archive for 30 de agosto de 2010

Un entrenador, viejo lobo de canchas nativas, reprocha a las barras los abucheos, chiflidos y mentadas que padecieron en su último juego a pesar de haber triunfado. Mostrando que poseen una retaguardia de merengue.  Rememora otros tiempos donde casi todo era de confeti,  aplausos y trompetillas afinadas.

La institución del Cruz Azul que según sus promotores de pluma y micrófono disponible, “era una de las más sólidas y serias de México”, y lo repetían sin que se les notara que reproducían cuchufleta tramposa,  presentó agrietamientos donde se acusaban los socios de malos manejos, fraudes contantes y sonantes, lavado de dinero, y otras porquerías selectas.

En su última aparición, las gradas se mostraron con huecos extendidos porque la afición se ausentó y lo viene haciendo desde hace meses. Ni los familiares de los pateadores asisten con regularidad. Perdieron la ligera capacidad de convocatoria que poseían brindando espectáculo lamentable de errores constantes.

Los boletos se agotan en las taquillas entre famélicas tribunas y los revendedores a los que se entregan fajos de billetes que nunca salen a la venta abierta hacen su navidad entre desprevenidos que pagan sobreprecios inadmisibles. Eso sucede en distintas plazas sin que la autoridad intervenga desde hace años.

Otro fenómeno extendido que aleja a las masas de su “espectáculo (antes) favorito” es la violencia imperante en los embudos. No se puede asistir con la familia ampliada que incluya niños. Es reflejo de la que se padece externamente cuando los ciudadanos tienen que cabecear balas, patear granadas para que no estallen a sus pies, driblar de las mafias que proliferan y evitar caer en fuera de lugar para sufrir los tiroteos que se multiplican por doquier.

La trama de los encuentros que se observa aún desde la pantallita que es la que hace el negocio del balompié cada semana, es lamentable. De bostezo reiterado. Nada por aquí, mucho menos por allá.  Tal y como prestidigitadores chafas y además cojos que extraviaron el encanto y la magia. Vaivenes intrascendentes. Fallas increíbles ante el arco abierto. Pifias escolares en defensas que no atajan ni al aire que les circunda.

Entrenadores que fracasarían en ligas parroquiales. Narradores fabulistas que exhiben lo que sus titiriteros les indican. Directivos, “dueños” del balón cuadrado ineficientes, corruptos acostumbrados a vender baratijas desvencijadas que se amuelan al segundo uso. Patrocinadores de chatarra que enferma y es responsable de la baja nutrición generalizada y de la gordura enfermiza.

Autoridades gubernamentales y futbolísticas cómplices que no regulan nada del balompié azteca, televiso y lucran de todo, permitiendo y fomentando las atrocidades más flagrantes que incluye el fraude permanente y negocios turbios que se extienden hasta el “lavado de dinero” y tráficos y delitos de todo tipo.  

Una afición complaciente, domada por años, botanera y chelera, comodina y cómplice, desencantada, acostumbrada a que le vendan carne de perro por filete, que no atina a identificar a los juguetones castrados que un torneíto defienden unos colores y al siguiente se colocan la casaca de los enemigos acérrimos sin pudor ni lealtad mínima. Tráfico de piernas de un lado a otro para que no se le pueda seguir la pista al billete trasegado.

Cuatro oncenas supuestamente dominarían las competencias porque tienen el potencial económico desbordado,  e importan carne de fuera delantera que les sirve para hacer viajar dólares sin control. De ida y vuelta.

Mientras las demás competidores de tercera y cuarta, pululan como comparsas y zombis de carnaval de pueblo famélico que dan de cal y arena, abajo y más abajo en la rueda de la fortuna futbolera.

Hay media docena de empresas monopolistas en sus ramos del comercio e industria o servicios que incluye a las televisoras que controlan y le direccionan el balompié hacia sus intereses más aviesos.  Aquella práctica económica de control de los mercados se reproduce entonces en este deporte degradado.

Los árbitros de pito oscurecido obedecen consignas para favorecer a unos en contra de otros, los evidentemente jodidos. Aquellos que se niegan a aceptar directrices y condicionamientos sobre los que ejercen los múltiples negocios padecen faltas fuera del área, penales, expulsiones,  amonestaciones y todo catálogo de marcaciones dudosas que les colocan al borde de la derrota.

Las apuestas de distinto tipo, controladas por la supuesta asistencia pública, mafias y televisoras,   también influyen sobre el destino de los resultados y marcadores. Aumentan y disminuyen los montos según convenga para atraer incautos y ganancias cuyo destino se desconoce.

Los tunde-máquinas y ventrílocuos  alineados, y no tanto, dieron la voz de alarma sobre una supuesta crisis que se alarga por años, describiendo la sequía de asistencia y caída de ratings, que es lo que mayormente les duele, otorgando explicaciones paliditas o sesudas según la fuente.

El fútbol es un distractor masivo, embrutecedor, negocio impúdico, encandilador de conciencias, tripulante de comprensiones,  vendedor de ensoñaciones, generador de violencia, de frustraciones, de rencores, de impunidad, de la supremacía de los mínimos de siempre contra la mayoría desvencijada.

Desgraciadamente así está el país. Quizá amplias franjas del mundo mundial como cantan los españoles. En esas condiciones de crisis inaudita, recurrente a la que tampoco se le vislumbra salida.  Por lo menos queda la fórmula de quejarse. De disparar la palabra, de emitirla en voz alta.

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